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Nuevo año, nuevas expectativas.

¿Qué buscamos cuando bebemos vino?, o ¿qué encontramos?, desde un punto de vista meramente placentero, fundamental disfrutar con el trago, luego se pueden buscar o encontrar diferentes sensaciones que bien podríamos decir que son secundarias, si, realmente son secundarias, veamos: alegría, calor, cariño, compañerismo, también asco, rechazo, decepción y muchos otros adjetivos y situaciones que cada cual puede experimentar.

En los últimos tiempos se consideraba que había que entender de vino a la hora de descorchar una botella, nada más lejos de la realidad, es una especie de mito que puso en boga el dichoso Parker, que, así entre nosotros, cuánto daño ha hecho al mundo del vino, a unas denominaciones más que a otras, pero en mayor o menor medida, a todas. Pero volvamos al hecho de entender de vino, que no se trata de eso, desde luego, se trata y esto es lo curioso del caso, de disfrutar del vino, tan sencillo como eso y por esto o lo otro, mucha gente no ha podido, o sabido, o atrevido a disfrutar del vino por el sanbenito del “entender”.

Ahora con la tendencia global que hay en torno al vino de baja graduación y vino sin alcohol, estoy esperando al Parker de turno para ver que cata nos hace de este u aquel vino sin o low, la puntuación y como lo explica, de momento no se atreven y espero que siga así la cosa, porque de esta manera la gente, el consumidor, podrá disfrutar del momento, del vino, de la compañía, sin tener que callarse o esconderse o cambiar de tema cuando se habla del vino, tal y como ocurre actualmente, sin vergüenza a la hora de opinar.

Qué bonito cuando gente vinculada al sector, con muchos años de experiencia, de elaborar vinos tradicionales y de tener un bagaje que ya les gustaría a los Parker de turno, decían sin temor a equivocarse cuando les preguntaban por el sabor de sus vinos sin rubor, -“pues a que van a saber, a vino, mi vino sabe a vino”.

Creo que se abre un escenario totalmente nuevo dentro del sector, las tendencias son evidentes, no quiero decir con esto que se deje de beber vino tal y como lo hemos entendido desde hace cientos de años, pero si es cierto que se empieza a diversificar; diferentes formas, tanto de elaborar, como de características y estilos, en muchos países hemos pasado de beber mayoritariamente tinto a beber blanco, otros sin cultura en cuanto a elaboración, como UK o China, están viendo crecer de forma vertiginosa sus plantaciones de viñas y bodegas, los jóvenes son partidarios de buscar un equilibrio entre salud y el placer de beber y comer, de ahí el auge, que aunque lento, es imparable, de los vinos sin y bajo alcohol.

El nuevo año empieza con cambios para el sector, veremos los aranceles de Trump, que siempre afectan, sobre todo a Europa cuando hablamos de vino. Pero lo que tengo claro es que los grandes productores de vino barato y en este saco meto a bodegas de nombre y renombre, lo van a pasar mal. La tendencia de los nuevos consumidores es buscar referencias, que aunque algo más “caras”, sean responsables con el medio ambiente, tengan una historia que contar que aporte cercanía, ecológico, que aplique laboreos minimizando el impacto ambiental, etc., etc., el resto, o lo que hemos tenido hasta ahora, queda para los dinosaurios o aquellos, que ni creen en el cambio climático, ni en la trasparencia ni en el progreso, entendiéndolo como avanzar con las nuevas generaciones, respetando sus gustos y tendencias.

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